Por Ricardo Bustos
Los medios de comunicación, informan cada día sobre agresiones físicas o psicológicas a una enorme cantidad de mujeres y aún no se puede asegurar cuantas son aquellas que no denuncian sus casos por temor a represalias.
Cuando hacen las denuncias en la Comisaría o la Justicia, se llevan por delante a muchas Juezas o Jueces que actúan casi por control remoto y en muchos casos las causas terminan durmiendo en un cajón del escritorio, es mas, hay Fiscales penales que solicitan sobreseimiento para los acusados por lesiones porque dicen que «la víctima no está sangrando ni tiene huesos rotos» (textual), y no valoran lo que el hombre les haya hecho.
Es obvio y ya reiterativo que las órdenes de restricción no se cumplen porque no existen medios suficientes para controlarlas y si de exámenes forenses hablamos, de no tener una suficiente exposición pública el caso en los medios, no arrojan resultados en tiempo y forma, algo que hace sentir culpables a las propias víctimas y en muchas ocasiones, por no tener medios para el sustento del hogar con sus hijos, terminan por retirar las denuncias con las consecuencias que todos conocemos.
Según un informe publicado por el sitio Mdz online, Las mujeres mendocinas que son víctimas del maltrato y la violencia de género solo pueden esperar ser «revictimizadas» en los medios para ponerlas a salvo de los violentos.
El caso de Mariana Roby, la hermana del ministro de Salud, demuestra la indefensión: era una mujer que tenía una orden de restricción a su favor, que trabajaba en un lugar con vigilancia donde además hay un botón de pánico; y que por añadidura tenía acceso al poder, igualmente fue asesinada a tiros por su ex-marido, que inmediatamente se suicidó.
El hecho terrible, hizo que medios, políticos y especialistas pusieran sus miradas sobre un sistema que esencialmente funciona mal, al punto que jueces y fiscales terminan siendo cómplices del maltrato. Reiteran las mujeres encuestadas que un ínfimo porcentaje se anima a acudir a la justicia o la policía, porque teme las represalias, o que la justicia no haga nada para protegerlas. Y entonces, la venganza del maltratador será infinitamente más violenta.
Con el caso Roby, por ejemplo, se supo que las propias víctimas son las que tienen que ir a los juzgados a buscar las órdenes de restricción para llevarlas a las comisarías. Mariana Roby, por caso, tardó 24 horas en ir a retirar el oficio. Un día martes se dictó la restricción contra su ex-marido Marcelo Manino, y el jueves él la mató.
A veces son los fiscales los que no cumplen con su tarea, ya sea por desidia, o por incapacidad. Una mujer que había denunciado a su marido en varias ocasiones por violencia de género y que había conseguido una orden de restricción, por poco termina muerta. Su ex marido entró a su domicilio, la zamarreó de los cabellos por toda la casa y luego se llevó armas de lo que había sido el hogar conyugal.
El hombre había violado varias veces la orden de restricción y todo el tiempo atacaba y amedrentaba a los parientes y amigos de su ex esposa, en este caso lo único que pudo hacer la mujer-víctima entonces fué denunciarlo a la justicia. Lo hizo TRECE veces y el fiscal lo absolvió en ONCE oportunidades. No hizo nada. Al contrario, decía que las lesiones eran leves, o menos, y que no podía meterlo preso.
Las órdenes de restricción son prácticamente inútiles aun cuando ocurre un hecho delante de las narices de la policía.
Una letrada especialista en cuestiones de género contó que meses atrás, una mujer fue corrida a golpes de su casa por su marido, que tenía una orden de restricción de acercamiento al hogar. La mujer salió a la calle y vio a un policía al que abordó de inmediato, contando la situación a borbotones y muerta de miedo, como pudo en ese momento. Mostró además sus lesiones. El policía le pidió la orden de restricción, que ella siempre lleva encima. Pero el uniformado no le hizo caso porque «el documento era una fotocopia». Y encima le preguntó si el marido golpeador estaba notificado de la medida judicial.
Un maltrato termina siendo funcional al otro. Las mujeres que deciden denunciar pasan a otro nivel de maltrato: la violencia institucional. La justicia de familia es la que lleva parte del peso del problema a la hora de resguardar a la mujer golpeada. Pero la mayor responsabilidad cuando los maltratos se reiteran, es de la justicia penal: jueces que no se comprometen con las víctimas a la hora de revisar decisiones, o fiscales que directamente no actúan victimizando de nuevo a quien de por sí sufre.
Ahora bien, si somos objetivos y miramos para la vereda del frente, nos encontramos con ejemplos que poco y nada ayudan para que este flagelo comience a dar un giro y algún día dejemos de hablar de El como algo que ocurre todos los días en cualquier pueblo del país. El siguiente episodio lo informa el diario «as» de España y nos muestra la otra cara de la moneda con la violencia en el fútbol…pero femenino.
En la Isla de Gran Canaria una pelea entre dos equipos de la Liga Femenina, dejó a varias jugadoras literalmente «noqueadas» en el suelo y varias necesitaron asistencia médica. En el partido de segunda división que jugaron las UD, Las Coloradas y el CF, Las Majoreras Guayaderque, luego de un penal sancionado en el minuto 84 por la dama que ejercía las funciones de árbitro, desató la trifulca. Puñetazos, empujones, tirones… Cuatro jugadoras fueron expulsadas, dos de cada equipo.
Una de ellas presentó denuncia en la Policía por contusiones y el encuentro se suspendió. La pregunta es… ¿Cuantas de estas damas han sufrido agresiones físicas o psicológicas por parte de sus parejas? porque a juzgar por el caso de la noticia, las agresiones se han producido entre mujeres y quizá en las plateas del Estadio, también había muchos hombres presenciando el cotejo y el mensaje que le dieron dista mucho de ser una defensa por los casos de acoso que puedan sufrir.
Está fresco en la memoria de los aficionados la discusión que comenzó en un campo de juego de Santiago del estero y continuó fuera de la cancha cuando las jóvenes participantes del encuentro comenzaron a golpearse ante la presencia de niños, algunos hijos de las propias jugadoras, los mismos niños que al crecer, como no ven límites en el ejercicio de la violencia hacia el otro, seguramente actuarán de la misma o peor manera con mas violencia.
Está muy vigente entre las chicas adolescentes la pelea a la salida de los colegios o boliches, que son filmadas y luego se viralizan por todas las redes y son un elemento mas para alimentar el apetito golpeador que tiene de por si el ser humano en estos últimos tiempos cuando no puede solucionar un problema por medio del diálogo o la tolerancia.
En fin, todo lo que sucede es muy doloroso, pero el origen podemos buscarlo en la educación que han recibido en sus hogares TODOS los protagonistas, mujeres y hombres, porque para que exista un hombre golpeador es porque alguna vez una mujer permitió que el día del primer mal trato o golpe, todo volviera a la normalidad, como si nada hubiera ocurrido y la realidad demuestra que siempre, siempre, el primer acoso o golpe, lamentablemente no será el último.
A veces se elije muy mal a la persona que va a estar a nuestro lado y después se pagan caros los errores. Son muchas las mujeres que perdonan a sus agresores porque dicen que con ese hombre tienen buen sexo, olvidando que en ese mismo hogar, conviven con el dolor y la angustia, los niños que nada saben de esas cosas y se sienten como seres extraños en un mundo que tendría que ser un paraíso porque no pidieron venir a este mundo y lo menos que se merecen es SER FELICES.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556